EDUCAR
SIN CAMBIAR: UNA FORMA DE RETROCEDER.
“Si usted no cree en la necesidad de la formación permanente, no sirve para
ser docente.”
Esta frase, dura pero profundamente verdadera, resume uno de los problemas
más graves y silenciados en el ámbito educativo actual: la resistencia al
cambio por parte de algunos docentes. En un mundo donde el conocimiento, la
tecnología y las demandas sociales evolucionan constantemente, la docencia
no puede ser estática. No basta con haber obtenido un título; enseñar hoy
implica una transformación continua, tanto personal como profesional.
La formación continua: obligación ética, no
elección personal
En el contexto educativo actual, marcado por la
irrupción de la inteligencia artificial, el aprendizaje híbrido y la diversidad
en las aulas, formarse continuamente es una responsabilidad ética, no una
opción. Aquellos que se resisten a aprender y actualizarse no solo se están
quedando atrás, sino que arrastran con ellos a sus estudiantes. El
estancamiento del maestro se traduce en una enseñanza limitada, desconectada de
la realidad y de las necesidades actuales del alumnado.
El aprendizaje como movimiento: educación que no
se mueve, se muere
La educación debe ser un organismo vivo,
dinámico, cambiante. Al igual que la sociedad se reinventa constantemente, el
maestro debe estar en alerta, dispuesto a cuestionar sus métodos, abrirse a
nuevas experiencias educativas y abrazar el progreso científico, pedagógico y
tecnológico. Gabriel García Márquez lo dijo claramente: la falta de
formación restringe la creatividad. Y sin creatividad no hay educación
transformadora.
El docente como guía, no como museo
Mar Romera advierte: el maestro que no lee, no
se forma y no domina los códigos culturales y tecnológicos actuales, se
convierte en una pieza de museo. Y es exactamente lo que ocurre con muchos
educadores que se escudan en la tradición para no avanzar. No todo lo viejo es
malo, pero la nostalgia no puede ser excusa para negar el presente. La
innovación educativa no se trata de modas, sino de construir puentes entre el
pasado valioso y el futuro que exige acción.
Más allá de transmitir información: diseñar
experiencias
Hoy, los estudiantes ya no necesitan un maestro
que solo transmita contenidos. Eso lo hace Google en segundos. El rol del
docente moderno es diseñar experiencias de aprendizaje que promuevan el
pensamiento crítico, la empatía, la colaboración y la autonomía. Esto solo es
posible si el educador se forma constantemente, si comprende el valor de la
inteligencia emocional, la neuro educación y el uso ético de la tecnología.
Humanizar la educación en la era digital
Eva Millet plantea un punto esencial: en un mundo
cada vez más automatizado, lo verdaderamente humano es lo que hace la
diferencia. La escucha activa, la capacidad de conectar emocionalmente con
los estudiantes y de generar un clima de aprendizaje seguro y estimulante no
pueden ser sustituidos por ninguna plataforma ni aplicación. Pero todo esto
requiere un maestro sensible, informado, empático y en constante evolución.
La formación continua fortalece la vocación,
renueva el entusiasmo por enseñar y devuelve el sentido profundo a la labor
educativa. Un maestro que se niega a aprender niega, en el fondo, la
esencia misma de la educación: el cambio, la mejora, la curiosidad.
Como advierte André Schleicher, el
conservadurismo educativo es una trampa que debemos superar si queremos
preparar a los estudiantes para los desafíos del siglo XXI. Por eso, solo los
maestros que asumen el compromiso ético de formarse podrán liderar una
educación inclusiva, crítica, pertinente y verdaderamente transformadora.
El educador como primer aprendiz
En la actualidad, el maestro debe ser el primer aprendiz. La formación permanente ya no es un lujo, es el mínimo esperado para quien asume la misión de formar a otros.
“Una de las cosas que sabemos sobre el futuro es
que las profesiones más humanas son las que tienen más posibilidades de
sobrevivir, y la enseñanza es una de ellas.”
Solo quienes se comprometen con ese aprendizaje
continuo están verdaderamente capacitados para educar con sentido, propósito y
esperanza.