viernes, 15 de marzo de 2024

 


La Batalla del 19 de Marzo: Un Histórico Combate en Azua

Profesor. Marcos Marte

La Batalla del 19 de Marzo, también conocida como la Batalla de Azua, representa un episodio crucial en la historia de la República Dominicana. Este enfrentamiento, que tuvo lugar el 19 de marzo de 1844, marcó el primer combate significativo entre las fuerzas dominicanas y las tropas invasoras haitianas, lideradas por el Presidente haitiano Charles Rivière-Hérard Ainé. La batalla se libró en Azua, una localidad estratégica en el camino de San Juan de la Maguana, y su desenlace significó un punto de inflexión en la lucha por la independencia y la soberanía del pueblo dominicano.

El escenario estaba preparado para un enfrentamiento histórico. Las fuerzas dominicanas, lideradas por el General Pedro Santana, estaban compuestas por unos 2,500 soldados provenientes de diversas regiones del este y sur del país. En contraste, las tropas haitianas, bajo el mando de Rivière-Hérard Ainé, contaban con alrededor de 8,000 hombres, reclutados principalmente de la capital haitiana y de Mirabelais.

Desde las primeras luces del alba, el General Santana desplegó sus tropas estratégicamente, formando una línea de defensa que abarcaba desde el camino del Barro en el noroeste hasta el camino de Los Conucos en el suroeste. En el flanco derecho, los fusileros azuanos, comandados por Valentín Alcántara y Vicente Noble, junto con un contingente de macheteros entrenados por el coronel Antonio Duvergé, se prepararon para el enfrentamiento. En la retaguardia de este flanco, Nicolás Mañón lideraba a 200 hombres desde el Cerro de Resolí.

En el centro de la defensa dominicana, flanqueando el camino de San Juan de la Maguana, se posicionó una pieza de artillería de gran calibre, dirigida por Francisco Soñé, respaldada por las tropas monteras y hateras comandadas por Juan Esteban Ceara, Lucas Díaz y Luis Álvarez. A la izquierda, otra pieza de artillería y los fusileros de Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez se prepararon para el combate. El coronel Duvergé, como jefe de la línea de defensa, coordinaba las operaciones según las necesidades del momento.

La batalla comenzó con el asalto haitiano por el centro, liderado por el general Thomas Héctor. Sin embargo, un error táctico en la formación de la columna cerrada facilitó el impacto de la artillería dominicana, que diezmó las filas enemigas con rondas sucesivas de metralla. Los fusileros dominicanos, bajo el mando de Lucas Díaz, aprovecharon la confusión para descargar sus armas y lanzar una carga de machete que desbarató el avance haitiano en este frente.

Mientras tanto, en el flanco izquierdo dominicano, las tropas haitianas intentaron atacar las posiciones defendidas por Matías de Vargas, Leger y Martínez en el camino de Los Conucos. Sin embargo, la eficaz defensa, respaldada por una pieza de artillería de menor calibre, frustró el intento enemigo, resultando en la caída de los dos coroneles haitianos que dirigían el ataque.

El desenlace de la batalla fue desfavorable para las tropas haitianas, que se vieron obligadas a retirarse en desorden. El ala izquierda haitiana, compuesta por el segundo y sexto regimiento, se enfrentó a los azuanos de Duvergé, apoyados por los fusileros de Nicolás Mañón desde el Cerro de Resolí. Una valiente carga a machete sembró el pánico entre las filas haitianas, que retrocedieron presas del terror y la mortandad causada por las armas blancas.

Tras la batalla, las fuerzas dominicanas persiguieron y hostigaron al ejército haitiano en retirada hasta una legua de la ciudad. El General Santana, reconociendo la importancia de mantener la presión sobre el enemigo, se retiró estratégicamente a Baní, dejando a cargo de la defensa del paso del desfiladero del Número al General Antonio Duvergé.

La Batalla del 19 de Marzo de 1844 en Azua no solo representó una victoria militar para las fuerzas dominicanas, sino que también consolidó el espíritu de resistencia y determinación del pueblo dominicano en su lucha por la independencia y la soberanía nacional. Este episodio histórico sigue siendo recordado como un símbolo de la valentía y la determinación del pueblo dominicano en la defensa de su libertad y dignidad.

lunes, 11 de marzo de 2024

 


Federico William M. Lithgow Ceara (1902-1977): Un legado de altruismo y multifacética pasión

Profesor. Marcos Marte 

Federico William M. Lithgow Ceara fue más que un médico y filántropo dominicano. Nacido en La Vega en 1902, su vida se destacó por una dedicación incansable a servir a los demás y por una pasión multifacética que abarcaba desde la medicina hasta la música y el alpinismo.

Desde sus primeros años, Lithgow demostró un compromiso innato con el aprendizaje y el servicio. Inició su carrera educativa como maestro en el Colegio San Sebastián y la Escuela Normal, buscando recursos para poder realizar su sueño de estudiar Medicina en Santo Domingo. En 1923, comenzó su formación médica, graduándose como "Licenciado en Medicina" el 30 de julio de 1926, siguiendo la costumbre de la época.

Lo que distinguió a Lithgow en su práctica médica fue su enfoque filantrópico. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, su clientela estaba compuesta principalmente por pacientes pobres. Su compromiso con el bienestar de los menos privilegiados lo llevó a cobrar mínimas tarifas o incluso a proporcionar medicamentos de forma gratuita. Para él, la medicina no era solo una profesión, sino una vocación para servir y aliviar el sufrimiento humano.

Sin embargo, su vida no se limitó al ámbito médico. Lithgow era un hombre de muchos talentos e intereses. Practicaba el alpinismo y dejó un legado de escritos sobre el tema, demostrando su amor por la naturaleza y la aventura. Además, era hábil en la ejecución de varios instrumentos musicales, mostrando su pasión por el arte y la expresión creativa.

A lo largo de su vida, Lithgow también desempeñó roles significativos en la esfera pública y cultural de la República Dominicana. Sirvió como regidor del Ayuntamiento durante varios años y ocupó cargos prominentes en diversas organizaciones, incluyendo la vicepresidencia de Amantes de la Luz y la presidencia de la asociación cultural Pro-Arte en dos ocasiones. Además, tuvo una destacada participación en la Asociación Médica de Santiago, ejerciendo como presidente y secretario durante varios períodos.

El legado de Federico William M. Lithgow Ceara trasciende su muerte en diciembre de 1977. Su vida ejemplar continúa inspirando a las generaciones futuras, recordándonos la importancia de la compasión, el servicio desinteresado y la búsqueda constante del conocimiento y la excelencia en todas las áreas de la vida. En un mundo donde la dedicación a los demás a menudo queda eclipsada por intereses egoístas, el ejemplo de Lithgow brilla como un faro de esperanza y altruismo.