EL
CLIENTELISMO EN LA POLÍTICA DOMINICANA.
Profesor: Marcos Marte.
La política como todas las disciplinas tiene su propia dinámica, fundamentada en la praxis, es decir: en la lucha por el poder político, mismo que en los tiempos modernos ha sido circunscrito a las contiendas electorales, las cuales resultan necesarias para implementar las directrices de las soluciones a los males nacionales, y así establecer los sistemas correctivos mediante proyectos y políticas, condensados en un programa de gobierno.
Inmersos en la dinámica política, encontramos de modo insoslayable “el clientelismo”, el cual desempeña una practica consuetudinaria de políticos y partidos en la historia de las luchas liberales y democráticas por obtener el poder en los países de gobiernos legítimos, el cual se ha empleado en mayor o menor medida para lograr fines partidarios (nacionales) y personales con su secuela de resultados muchas veces inicuos, los que generalmente afectan a un sector que resulta perdedor en una contienda electoral o militar, y es ostensible que también, resultan de esa practica afectaciones de tipo moral en la calidad de la conducta social por los excesos practicados en pos de adquirir lo que no se puede obtener en buena lid, o para asegurar ciertos efectos, lo cual constituye la esencia fáctica del clientelismo y su justificación aun cuando no siempre se logren los resultados esperados.
La conducta impropia nos introduce lógicamente en un problema ético-dialéctico, entre lo positivo y lo negativo; lo material y lo espiritual, lo correcto y lo incorrecto, en este caso no puedo incluir la consideración ilícita, pues, no existe aun base legal en nuestro sistema jurídico para normar esta forma conductual de manifestación generalizada en esta sociedad.
Las actividades de incidencia moral, contienen una cuestión de considerable importancia en la sociedades humanas civilizadas, pues, ellas no solo permiten cualificar la función o la conducta humana en una disciplina o en la colectividad, si no que, rigen el modo adecuado de actuar del ciudadano ilustrado cuando no están instituidas las regulaciones jurídicas en una nación sobre algún quehacer humano, es la norma moral la barrera determinante;
En este caso trataremos de observar el fenómeno del clientelismo en su aplicación en la política, en su practicidad observando el comportamiento en su empirismo resultante del procedimiento; pues, resulta imprescindible para la convivencia, la armonía social y hasta para la existencia humana, hacer conciencia de su realidad para segregarla y administrarla, ya que no faltan los casos en que la inequidad conduce a la frustración, la injusticia y la violencia, con tanta frecuencia como la competencia o la ambición, y los único recursos civilizados para enfrentar ésta anomalía consisten en la educación y en la regulación legal.
Analizando este factor prejuiciado como negativo por la sociedad, por el modo en que incide en la colectividad, por su carácter de seductor social y por ende denigrante, y por tanto de amplias implicaciones éticas cuando se rebasan los medios permisibles, entonces es dable ocuparse de lo que consideramos partiendo de la reflexión anterior de: una desviación política, que se presenta cuando esta practica excede los parámetros de lo moral y lo legal cuando se infringen limites establecidos por la Constitución; analizaremos entonces el fenómeno tratando de conceptualizarlo según su evolución dialéctica en la sociedad y no por su carácter semántico, pues, éste último no nos resulta de mucha ayudal. Dada la falta de referencias al respecto, lo trataremos en esta vertiente con el objeto de inferir del comportamiento y sus consecuencias sociales la importancia de su administración en la modernidad.
El Clientelismo es la designación que en política se le ha dado al procedimiento utilizado por los lideres políticos, en menor medida, y exageradamente practicado por politiqueros y oportunistas para atraer personas cuando no pueden convencerlos o cautivarlos, lo cual resulta entendible en sociedades donde la pobreza se impone por encima de todas las demás condiciones sociales, como es el caso de la nuestra, es por ello que resulta alarmante cuando ciertos desviados se aprovechan de personas necesitadas para convertirlos en sus acólitos o partidarios en deterioro de la justicia y las prerrogativas constitucionales, esta practica innoble, consiste en la compra y sumisión del individuo o su conciencia, para sumar votos, lograr aplausos y obtener simpatías mediante: el trafico de influencias, la promesa de posiciones, o el otorgamiento de prebendas, que se reflejan en el reparto de favores inmerecidos, o en la entrega de modo cínico de dinero o especies más allá de lo necesario para cubrir gastos de campaña; este es el marco general de la aplicación social del clientelismo desde los segmentos directrices;
No obstante, desde los sectores inferiores en la jerarquía partidaria, los desviados son los calificados por el argot popular como: “aquellos que hacen amarres” o los que: “se saben manejar”, estas expresiones implican situaciones como: saber conducirse de manera graciosa y servil, con una conducta inmoral que produzca los beneficios personales perseguidos por el agente, los que generalmente consisten en canonjías particulares en detrimento del bien general, es decir: que actúan “superponiendo el interés particular al interés general de la nación” . Los clientelistas descomedidos desdeñan y lesionan la importancia de la participación y el ejercicio democrático, pues degradan el derecho a elegir y ser elegidos que poseen los demás por mandato constitucional; y olvidándose al seleccionar una persona de ese modo las capacidades y las experiencias que producen la destreza y la eficiencia en el ejercicio de una función.
El clientelismo y el favoritismo son conceptos unívocos en la jerga política que disfuncionan el pragmatismo de la actividad y la ciencia política desnaturalizándola con procedimientos ignominiosos colocados por encima de la ética imprescindible en el desarrollo de esta materia, por lo cual, los objetivos humanistas trazados por los partidos no justifican los excesos de estos aprovechados metidos a políticos con la finalidad de enriquecerse y no de servirle a la nación.
En la contemporaneidad asistimos a un fenómeno inesperado por nuestros antecesores, el detrimento de los valores que sustentan a los partidos políticos; la corrupción y el clientelismo son innegablemente factores que inciden desafortunadamente en la crisis de valores que se siente en la sociedad y en las organizaciones de intereses grupales; para enmendar los inconvenientes generados y evitar peores males, se hace necesaria la regulación de los factores cinéticos de tal situación, no del ejercicio político de los partidos ni de los políticos, lideres, o dirigentes, sino que, entiéndase bien... ¡de las actividades previamente sindicadas en un código de clientelistas! Y como tal, deben estar consignadas en una ley que delimite lo permisible y lo inaceptable, ello así, pues no se puede de ningún modo satanizar la practica ni prohibir del todo ciertos apoyos; la condición de los nuestros, los que se sacrifican por un proyecto, los que nos siguen, son los colaboradores con los que hay que gobernar, porque ellos están comprometidos con el programa del partido y del líder y son conocedores de sus estrategias, sus procedimientos y sus objetivos; pues, es sabido que quien trate de gobernar con sus contrarios tendrá que enfrentar labores de zapa inducidas por el fanatismo partidario y eso es una realidad incontrolable aun en sociedades más desarrolladas que las nuestras. En nuestro medio hemos visto como desde el Senado de la Republica en manos mayoritarias de contrarios, al presidente, se le ha tratado de obstaculizar su labor, aun cuando se perjudica al pueblo, ello no es óbice ni fuerza capaz de disuadir el fanatismo practicado por los contrarios que proceden aplicando una moral deleznable sin miramientos y son muchos los que callan cuando son sus partidarios los que así se comportan.
Desde esta óptica, es factible señalar la expresión histórica del clientelismo en la relación hombre versus líder, donde encontramos el ejemplo más notable es en la Biblia, en aquella anécdota que relata un encuentro de Jesús con su madre Maria acompañada de sus hijos, y ella le solicita que ayude a sus hermanos, y el le contesta: “que sus hermanos son (señalando a los profetas reunidos con el) esos que se sacrifican por mi...” y en otro párrafo proclama que, “ellos estarán sentados conmigo a la diestra de Dios Padre...”, indicando claramente que gobernaran con él cuando suban al cielo.
No podemos soslayar la declaración de Sir Wiston Churchil cuando expresó: “El que quiere el poder tiene que quererlo...” implicando con esta afirmación redundante para enfatizarla que, debe estar dispuesto ha actuar de modo decidido empleando recursos fuera de lo común para obtener el poder quien desee obtener poder, (esta inferencia es nuestra); desde entonces hasta hoy ningún líder esta exento de implicaciones de esta naturaleza. Además, si observamos con detenimiento cualquier organización de servicios y hasta productiva, comprobaremos que la mayoría de las personas que las integran han llegado a sus posiciones por favoritismo de algún conocido o de familiares ubicados dentro o fuera de la organización, este empirismo es determinante en el reclutamiento de las organizaciones desde antaño hasta hoy, porque en cierto modo representa una garantía de la fidelidad del reclutado, condición importante y necesaria de las personas con las cuales nos relacionamos; como para muestra vale un botón basta por hoy, creo haber dejado claro las manifestaciones del clientelismo en el accionar político desde los orígenes del liderazgo hasta nuestros días; las razones de sus agravantes, y sus medios más notables. Aprovecho para disculparme con la iglesia por el uso de la figura divina, no hay malas intenciones en mi señalamiento solo destaco la importancia del seguidor y ninguna otra implicación.
No obstante he de recordar que en la Grecia antigua, en esa civilización que formó no solo la democracia sino que también dio los primeros pasos hacia una ciencia política, existió la figura del “Demagogo” considerado el orador de hoy, pues bien, entre el accionar político de este personaje se desarrolló la practica indecorosa de comprar conciencia y lograr adictos con los mismos métodos clientelistas del oportunista de nuestros tiempos.
Concluiremos planteando la necesidad de la discriminación del uso de las actividades clientelistas, pues para lograr una administración equitativa del fenómeno en una ley, evitando laceraciones de los derechos e impidiendo la perniciosidad social, inducida por el uso descarado y abusivo de recursos, -más allá de las capacidades intelectuales y el carisma distintivos de la personalidad del líder-, lográremos así que se evite de modo sustancial la contaminación inmoral de sujetos desesperados por obtener posiciones o bienes que, sabemos en muchos casos, son imprescindibles para la subsistencia de individuos que a Pesar de reunir condiciones productivas se encuentran sumidas en los estratos de la más cruel indigencia social o espiritual.
Un instrumento legal de esta naturaleza es importante en sociedades como la nuestra, pues, le proporcionaría a la Junta Central Electoral los medios para impedir el uso indiscriminado de recursos que, en ocasiones son de dudosa procedencia, y son usados por oportunistas para coactar o impedir el ejercicio de los derechos constitucionales o los principios democráticos que con tantos sacrificios los pueblos han obtenido en este trajinar político de casi quinientos años de historia, partiendo del periodo de la Revolución Francesa.
Toca al Senado de la Republica pues, dilucidar la cuestión del clientelismo para contribuir con el adecentamiento de la praxis partidaria, y el interés general de la nación, evitando además que personas interesadas continúen denigrando famas muy bien obtenidas. Contribuyendo así, al adecentamiento social y político y al respeto del orden público y las buenas costumbres.
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